Canción del Temazcalli

Capítulo 5: El curandero

>> sábado, 11 de abril de 2009

El Curandero

“Abuelita caliente”

“Bienvenida,” respondieron varias voces a coro.

“Esa es la buena,” dijo otra con el tono confiado del experto.

“Permiso para entrar,” pidió Alejo, el hombre de fuego.

“Bienvenido, hermano,” concedió Demetrio, quien era el hombre de agua.

Alejo se puso en cuclillas y toco el suelo con su frente: “Por todas mis relaciones.”

“Ometeotl, que así sea,” contestó el coro.

Alejo jaló la lona que hacía la vez de puerta y el temazcal quedó oscuro. En su centro solo se distinguía el brillo de las piedras calentadas al rojo vivo.

“Hermanitos, nuevamente nos hemos reunido para celebrar la comunión de los elementos en el vientre de nuestra Madrecita Tierra Tonantzin Guadalupe. Hoy es un día muy especial y todos ustedes son especiales porque están aquí, en esta celebración, en este homenaje al espíritu de los abuelos.”

“Ometeotl,” celebraron varias voces.

“Hoy es tan especial porque celebramos el inicio de un nuevo ciclo. Hoy es el equinoccio de la primavera y la Madrecita Tierra hoy nos dice que está dispuesta a nacer una vez más para que durante un año tengamos cosechas, trabajo, bienestar y abundancia.”

“Ometeotl.”

“Qué así sea. Demos las gracias desde lo más profundo de nuestros corazones.”

El temazcal quedó en silencio que de pronto fue interrumpido por el fuerte siseo cuando el agua que Demetrio vertió sobre las piedras calientes instantáneamente se convirtió en vapor. La temperatura dentro del recinto ascendió inmediatamente. La respiración de los presentes se hizo audible.

“Esto es vida,” exclamó una voz.

“Ometeotl,” contestó un coro de menos voces.

Demetrio prestó atención a los patrones de respiración y cuando los sintió relajados y sintonizados volvió a verter agua sobre las piedras. El siseo fue inmediato y Demetrio le indico con un leve toque a Faustino, que fungía como su hombre de viento, que comenzara a tocar el teponaztli. El temazcal se inundó con el rítmico sonar del antiguo instrumento consistente en un tronco de mezquite ahuecado y que en un costado tenía unos ingeniosos cortes que hacían vibrar al madero. Unos momentos más tarde se incorporó el sonido de otro teponaztli que tocaba alguien desde el fondo del temazcal y luego varios de los presentes comenzaron a tocar diversas flautas de madera y barro. El hombre de viento dejó a un lado las baquetas de su instrumento e hizo resonar su caracola en tres ocasiones.

El hombre de agua comenzó a notar que el fervor invadía a los participantes del ritual y les concedió una nueva ronda de agua vertida sobre las piedras.

Poco a poco los intérpretes dejaron de ejecutar sus instrumentos concentrados ahora en el calor que ahora rayaba casi en lo insoportable.

De pronto, desde el centro donde estaban las piedras, se hizo una luz blanquecina y transparente. Demetrio se vio transportado a otra realidad. Estaba dentro de un círculo de seres impecablemente ataviados con largas túnicas blancas. En frente de él estaba una mujer joven cuya larga cabellera negra cubría parcialmente su rostro haciéndolo inidentificable. Detrás de la mujer apareció la figura etérica de un anciano de larga barba blanca con el mismo atavío que los demás pero ricamente ornamentado en las mangas. La figura etérica puso sus manos sobre la mujer en señal de bendición y habló:

“¡Demetrio! El tiempo tan largamente añorado por ti y los tuyos está comenzando. Tú serás el que cierre este círculo de 12 y cuando lo hagas habrá un nuevo sol para la Tierra.”

La visión desapareció tan rápido como se había manifestado y Demetrio nuevamente se encontró en la realidad presente del ritual de temazcal que estaba dirigiendo. Se tardó unos momentos en ubicarse y se dio cuenta que dentro del recinto imperaba un silencio absoluto. Las piedras ya habían dado todo de si. Incluso el platicar de las abuelas, ese característico sonido burbujeante que hace el agua al hervir había cesado. Se preguntó si algún otro de los presentes había tenido la misma visión. Finalmente rompió su reflexivo ensimismamiento y con una voz casi susurrada dio la instrucción de “puerta”, a su hombre de fuego.

La luz que entró por la puerta destapada por Alejo durante unos instantes cegó a los participantes. Poco a poco se fueron incorporando y uno a uno, en un ritmo muy personal fueron saliendo del temazcal para tirarse bocarriba en el pasto que lo rodeaba. Demetrio esperó pacientemente a que cada uno de ellos tomara la decisión de salir y finalmente salió el mismo.
El hombre de viento, ya plenamente restablecido, hizo sonar su caracola en las siete direcciones cardenales para así dar por oficialmente concluido el ritual.

Poco a poco los participantes del temazcal fueron saliendo del círculo de piedra que demarcaba el recinto y al final solo quedaron Alejo, Faustino, y el propio Demetrio.

“¿Qué fue lo que pasó ahí adentro?,” le preguntó Alejo, “estuve a punto de abrir la puerta antes de tiempo. Te quedaste como muerto un buen rato.”

“En el tiempo sin tiempo no existen esas referencias,” le contestó Demetrio, lamentando interiormente que Alejo no había sido partícipe de la visión.

“¿Entonces te saliste de tu cuerpo?”

“Es una forma de llamarlo. Pero hay algo más importante. Me, nos encomendaron un trabajo.”
“¿Los maestros?,” intervino Faustino por primera vez.

“Por lo menos uno de ellos,” contestó Demetrio, “es uno que se me ha presentado muchas veces. Ahora sé que siempre me estuvo preparando para lo que me encomendó hoy.”

“¿Y de que se trata?”

“Cerrar un círculo de doce. Pero primero habrá que encontrarlos y eso no va a ser nada fácil.”
“Bueno, si tienes ayuda de los de arriba, el camino va a estar abierto,” comentó Faustino.
“Para ellos sí, pero siempre conviene recordar que nosotros seguimos siendo humanos y muchas veces nuestra ceguera es terrible.”

Los tres hombres se conocían desde hacía muchos años. Demetrio era el único oriundo del Valle de Santiago, uno de los corazones energéticos del país ya que en él se encontraban 7 pequeños volcanes, algunos de cuyos cráteres estaban llenos de agua y cuya ubicación, vista desde el aire, reproducía la constelación de la Osa Mayor sobre la Tierra. Estos volcanes, llamados las siete luminarias, desde tiempos inmemoriales habían dado al lugar una magia muy especial que atraía a miles de turistas y generaba cientos de leyendas sobre todo tipo de fenómenos, desde las de los fantasmas hasta los avistamientos de OVNIS.

El linaje de Demetrio, don Demetrio, como lo llamaba mucha gente en la pequeña ciudad, descendía directamente de los antiguos guamares, la etnia purépecha prehispánica que había habitado la región cuando todavía se llamaba Camémbaro. La línea paterna de su familia siempre había sido de chamanes. Algunas de las mujeres eran o habían sido curanderas y parteras y en términos generales, era respetada hasta durante aquellos tiempos en los que la iglesia se había esforzado por erradicar las viejas costumbres.

Aunque su edad era de 45 años, sus ojos ya tenían esos rasgos característicos que solo confiere la sabiduría de la vida a los realmente ancianos. Varios días a la semana Demetrio se dedicaba a dar consulta y entre los habitantes de la región que muchas veces se desplazaban en viajes de varias horas para acudir a verlo, corría el rumor de que podía curar cualquier cosa. En su tiempo libre, Demetrio era un asiduo estudioso de las formas de vida de sus ancestros y en el mundo académico tenía el renombre de ser uno de los mejores investigadores vivos sobre la cultura purépecha por lo que frecuentemente se ausentaba de su ciudad para dar conferencias y asistir a los congresos de los especialistas en el tema. Aunque ya le habían ofrecido varias veces una cátedra universitaria, Demetrio consideraba su trabajo de sanador más importante que el de sus investigaciones académicas y por lo tanto las había rechazado.

Alejo, por su parte, había llegado a la ciudad cuando contaba con unos 7 u 8 años de edad. Sus padres, hijos de españoles que habían emigrado a México huyendo del franquismo, habían adquirido una tienda de abarrotes en la Plaza Central de la ciudad y se contaban entre los más prósperos de sus habitantes. La tienda original ya no existía como tal. Sus padres la habían convertido en una verdadera minita de oro al expandirla y ofrecer cada vez más productos a los clientes. Unos años más tarde habían abierto una sucursal en el centro de la cercana Yuriria y se habían ido a vivir a una casona a las orillas del lago, dejando la administración de la tienda en manos de sus hijos, el propio Alejo y otros dos que le ayudaban.

Faustino, por último, era uno de los maestros de la escuela primaria federal de la ciudad. Había sido enviado a la plaza cuando terminó con la Escuela Normal en la ciudad de México y se había enamorado del sitio. Aunque ya le habían ofrecido varias plazas mejores, se había negado a tomarlas por no querer abandonar su adorado valle. De los tres era el más joven y el que más problemas económicos tenía ya que su salario de maestro no daba para mucho y tenía que alimentar a su mujer y a los seis hijos que tenía la pareja. Su esposa era una parienta lejana de Demetrio y gracias a ella se habían conocido. De los regulares del temazcal, Faustino era el único que siempre acudía con su familia completa. Su esposa, a la vieja usanza prehispánica, se había metido al temazcal unas cuantas horas después de cada uno de sus partos. Uno de los remedios más efectivos para ayudar al vientre a regresar a su sitio y tamaño original, sin que quedaran los estragos de las estrías.

Los tres hombres, aparte de ser hermanitos temazcaleros, eran buenos amigos y solían reunirse cada segundo domingo en casa de alguno de ellos para comer. Demetrio era el compadre de ambos y había llevado al bautizo a un hijo de cada uno, por lo que, a pesar de no tener hijos el mismo, la descendencia de ambos lo veía como tío y en ocasiones hasta como padre sustituto.

continúa con el capítulo 6: Secretos en la cocina

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El nombre de Demetrio

Demetrio es la forma masculina de Démeter, una de las diosas de la Tierra griegas. Su aparición histórica posiblemente es paralela o un poco más reciente que la de Artemisa. El significado literal del nombre es "el que ama a la Tierra".

Uno de los mitos interesantes es que la hija de Démeter, Perséfone, es secuestrada por Hades hacia el inframundo griego. En una negociación con el dios del Avernos, los dioses olímpicos logran que Perséfone pueda vivir la mitad del año entre ellos y la mitad en compañia de su esposo Hades. Esta partición del año a la mitad es una explicación mítica para el ciclo de las estaciones.

Demetrio es descendiente directo de los antiguos purépechas (mal llamados tarascos) la cultura prehispánica que floreció en el estado de Michoacán y parte del actual Guanajuato.

Información básica sobre el temazcal

El temazcal

El Valle de Santiago

El Valle de Santiago, conocido antiguamente como Camémbaro, en el estado de Guanajuato es uno de esos lugares mágicos de nuestro país lleno de mitos y leyendas.
Su magia se debe principalmente al hecho de que alrededor del poblado se encuentra una serie de pequeños volcanes llamados hoyas, algunos de cuyos cráteres contienen lagunas con aguas a las que se les atribuyen todo tipo de propiedades. Aunque en realidad se trata de 14 volcanes, se les llama las "Siete Luminarias" y algunos afirman que reproduce la constelación de la Osa Mayor en la tierra.
Otro dato interesante es que hace algunos años un agricultor José Carmen García, logró cultivar verdura gigantes en la zona usando una fórmula que según se rumora canalizó de los mayas. Mas datos en este enlace.

Sitio oficial del ayuntamiento

Mapa Satelital del Valle de Santiago

Las verduras gigantes de José Carmen García

Las verduras gigantes de José Carmen García
Cultivadas de acuerdo a técnicas secretas canalizadas de los mayas galácticos

Hoya de la Alberca

Hoya de la Alberca
Hace algunos años tenía agua, hoy está casi seco

Vista de otro de los cráteres

Vista de otro de los cráteres

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